La incertidumbre y el fracaso deben ser de las cosas más íntimas con las que lidia el ser humano a lo largo de su vida y, obviamente, los deportistas no son la excepción. Soy insistente con la “obviedad” porque se da por entendido que solo vale el éxito y la gloria en el deporte, pero se deja de lado el proceso, el esfuerzo, el camino para llegar a eso. El deporte es una victoria antecedida de miles de fracasos.
Lo de Hugo Dellien es el sufrimiento de un atleta de alto rendimiento al que no le están saliendo las cosas, su vida está dedicada al tenis y por más que intenta e intenta, en este momento de su carrera deportiva, siempre le pasa algo. Tiene sed de gloria y no sabe cómo llenarla, tiene sus objetivos marcados, trabaja profesionalmente y simplemente no es su día, su semana o su momento.
Ese sufrimiento que muestra rompiendo su raqueta, la que siempre está con él y que lo ha llenado desde siempre, incluso cuando decidió dejar el tenis pero volvió a tenerla en sus manos, es solo la impotencia de un atleta que quiere más y no se conforma con nada. Es el gen competitivo corriendo por sus venas, queriendo sacudirse del momento para seguir jugando a un alto nivel.
Se entiende lo de Hugo, yo lo entiendo, y nadie se frustra más que él en busca de terminar con esta mala racha.
El tigre ruge en la selva y a veces sufre, eso no quiere decir que deje de ser uno de los felinos más mortales del planeta.